The socializing power of the prison is routinely discussed as a prisonization process in which inmates learn to conform to life in the correctional facility. However, the impact that identities socialized in the prison may have outside of the institution itself remains an under-researched aspect of mass incarceration’s collateral consequences. In this article I use ethnographic data collected over fifteen months in two juvenile justice facilities and interviews with twenty-four probation youth to examine how the identities socialized among Latino prison inmates spill over into high-incarceration Latina/o neighborhoods. Strict segregation practices in California’s prison system categorize and separate Latino inmates as coming from either Northern, Southern, or Central California, respectively institutionalizing Norteño, Sureño, and Bulldog collective identities in the process. I argue that these identities have come to frame how criminalized Latina/o youth understand the prison’s influence on their community. As youth enter the juvenile justice system, they encounter facilities that have appropriated the prison’s sorting practices by categorizing youth and policing the boundaries between them. Carceral group identities become instrumental in young people’s daily lives in this context, mirroring what they have heard from the experiences of incarcerated loved ones and confirming where they would fit in the prison’s social order. This process not only labels youth as gang members, but instills in them identities and worldviews that rationalize their own incarceration, extending the prison’s ability to categorize people as carceral subjects far beyond the penitentiary gates.
El poder de la socialización de la prisión se discute habitualmente como un proceso de prisionización en el que los reclusos aprenden a adaptarse a la vida del centro penitenciario. Sin embargo, el impacto que las identidades socializadas en la prisión puede tener fuera de la institución sigue siendo un aspecto poco investigado que puede llevar a consecuencias colaterales del encarcelamiento masivo. En este artículo se utilizan datos etnográficos recolectados durante quince meses en dos centros de justicia juvenil y entrevistas con veinticuatro jovenes en libertad condicional para examinar cómo las identidades socializadas entre los reclusos Latinos se desbordan al alto encarcelamiento en barrios Latinos. Las prácticas de separación estrictas en el sistema penitenciario de California permiten que se categorice y se separe a los reclusos Latinos de acuerdo a su proveniencia, ya sea del Norte, Sur, o el centro de California, respectivamente y se institucionalizan identidades como las de Norteño, Sureño, y (Bulldog) en el proceso. Se argumenta que estas identidades han enmarcado la forma que los Latinos/as criminalizados/as entienden la influencia de la prisión en su comunidad. En cuanto los jovenes entran al sistema de justicia juvenil, se encuentran con instalaciones que han acoplado las prácticas de clasificación de la prisión mediante la categorización de los jóvenes y la vigilancia de las fronteras entre ellos. Entonces las identidades de grupo carceral son fundamentales en la vida cotidiana de los jóvenes en este contexto, lo que se asemeja con lo que han escuchado de las experiencias de presos que son sus seres queridos y que confirman su identidad en el orden social de la prisión. Este proceso no sólo etiqueta a los jóvenes como miembros de una pandilla, pero les inculca identidades y cosmovisiones que racionalizan su propio encarcelamiento, extendiendo la capacidad de la prisión para categorizar a las personas como sujetos carcelarios mucho más allá de las puertas penitenciarias.